VIERNES 11
Los libros de los otros.
Te levantas
temprano para escribir, pero no estás lúcido. Rápidamente te das cuenta de que
hoy no es día de avanzar, sino más bien de planificar, de repensar, de tomar
cierta distancia sobre lo que llevas escrito y ver por dónde seguirás ahora.
Sobre la mesa tienes una pila de libros que manejas de vez en cuando para ver
cómo los demás encuentran soluciones a problemas que a ti también te surgen. A
veces los abres como el mecánico que levanta el capó de un coche, para ver el
engranaje: para comprender cómo logra Auster pasar de una historia a otra, cómo
mantiene la tensión de la prosa Gonçalo Tavares, cómo trata los tiempos
Menéndez Salmón, cómo organiza la novela Patricio Pron… Los lees con ojos de escritor, para saber
cómo los escritores que admiras hacen funcionar una obra. Escribir, piensas, es
también leer de ese modo, analizar, desmontar, examinar los libros de los
demás. Con esa técnica, incluso te sirven las malas novelas. De hecho, casi más
que las buenas, porque muchas veces los libros malos dejan al aire las costuras
y se les ve el esqueleto. En ocasiones, la mala narrativa es buena como
herramienta de trabajo. Te muestra “cómo no hacer las cosas”.
Cuando comienza
a anochecer, sales a correr con J. Es la primera vez que corres con alguien. Y
todo es distinto. Aunque apenas puedes hablar, la sensación de ir acompañado, de
poder escuchar al otro, o incluso de poder proferir algo con la respiración
entrecortada, hace que te olvides de lo que cuesta mover un cuerpo como el tuyo.
Un cuerpo grande y pesado que se clava en el suelo a cada salto. No estás hecho
para el deporte. Aun así, hoy has batido tu propia marca. Ochocientas cincuenta
calorías en una sesión. Luego, el sudor no remite hasta bien entrada la noche.
Y casi no puedes dormir de la excitación. Incluso piensas en levantarte a media
noche para seguir corriendo.
SÁBADO 12
Más que fútbol.
Por la tarde vas
al fútbol con tu hermano J. Quieres a tus hermanos por igual, pero no puedes
negar que con J. te une una relación especial. Dormiste a su lado durante
bastante tiempo cuando tenías cinco años. Recuerdas aún que, antes de cerrar
los ojos, con la luz ya apagada, te preguntaba todas las noches por los campos
de Primera y Segunda división. “¿El Logroñés?”: “Las Gaunas”; “¿El Oviedo?”:
“Carlos Tartiere”. Y así toda la noche. Siempre, antes de dormir. También te
contaba historias de la mili. Y te decía que había sido sólo del Madrid hasta
que hizo la mili en Canarias y se dio cuenta de que, en la distancia, su equipo
de verdad era el Real Murcia. Y tú entonces también te hiciste del Murcia y has
sido socio desde el momento en el que ya no te dejaron entrar gratis al campo
por ser un niño. Socio infantil. Viste al Murcia en Primera. También en
Segunda. Y en Tercera.
Ir al fútbol
para ti ahora es, entre otras cosas, “ir con tu hermano”. Es una manera de
encontrarte con él aunque sea una vez cada dos semanas. Antes te llevaba de la
mano. Luego creciste un poco y, durante un tiempo, te daba vergüenza que te agarrara,
con lo mayor que eras. Ahora, sin embargo, no te importa darle un abrazo y un
beso cuando llegas al campo –él siempre está allí antes que tú–, aunque la
gente mire extrañada a dos hombres grandes y calvos que se besan con alegría.
Lo que tienes
claro es que el fútbol no es sólo fútbol. Para ti está lleno de memorias que ya
son inseparables de tu experiencia. Muchas se quedaron en la vieja Condomina
–como el último partido al que vino tu padre, la promoción contra el Zaragoza–,
otras van creándose cada fin de semana. A veces lo de menos es lo que pasa en
el rectángulo de juego. Aunque en ocasiones te haga saltar de emoción o
desesperarte.
DOMINGO 13
Preparar lecturas.
Te levantas con
un dolor de garganta tremendo. Malestar y fiebre. Te inhabilita para hacer cualquier
cosa. Intentas preparar el taller que impartirás esta semana en Venezuela. Te
acabas de dar cuenta de que está encima y que no tienes tanto material como
creías. Relaciones entre arte y literatura. Buscas todo lo que tienes escrito.
Cortas, pegas y montas algo nuevo. No sabes si habrá suficiente. Diez horas de
taller es demasiado. Y no sabes aún la dinámica que vas a seguir. Improvisarás,
seguro.
Acabas Divorcio en el aire, la última novela de
Gonzalo Torné. Reconoces que es un gran libro y que el autor tiene una prosa
envidiable. Sin embargo te cuesta muchísimo entrar en el libro. Es un mundo que
sientes demasiado ajeno. A veces es posible reconocer la valía de una novela,
de una película, de una música… y que sin embargo no te interese o te guste o
esté alejada de ti. Leer Divorcio en el
aire te ha servido para saber que Torné es bueno, pero que no todo te tiene
por qué interesar.
LUNES 14
Nacimiento.
Te llama tu
hermano para darte la buena noticia: tu sobrina ha dado a luz. Vuelves a ser
tío abuelo. Ya son tres los sobrinos nietos que tienes. I. es tú única sobrina.
El resto, siete más, son varones. Con ella también te une algo especial. Era la
preferida de tu madre. La única niña de la familia. El año pasado estuviste
llorando en su boda desde el principio hasta el final. Te acordaste de tu
madre, de lo que a ella le habría ilusionado ver a su nieta casada, y
comenzaste a llorar desconsoladamente. Llorabas de nostalgia, pero también de
alegría. Era un llanto extraño que no había manera de frenar.
A veces eres
duro y no lloras por nada. En la muerte de tu padre, por ejemplo. Te tocó hacer
de duro. Apretaste los dientes con fuerza y lograste contener las lágrimas
hasta el final. Pero en otras ocasiones no eres tan fuerte. Y el llanto se
desencadena, como si algo se te soltase por dentro, como si alguien hubiera
abierto la tapa del frasco de las lágrimas.
MARTES 15
Más de la cuenta.
Pasas todo el
día acabando de preparar el taller que impartirás en Venezuela. Llevas ya una
semana en ello y aún no tienes claro cómo lo vas a plantear. Imprimes material
para más de quince horas. Siempre ocurre lo mismo. Al final preparas más de la
cuenta. Es como si así te sintieses más seguro. Nada temes más que quedarte sin
palabras a mitad de un acto. En ocasiones tienes pesadillas con eso.
Por la tarde
haces las maletas para el viaje. Sales mañana temprano y aún no has pensado qué
te vas a llevar. Y te ocurre lo mismo que con las conferencias, que acabas
llevando más de la cuenta. Llenas la maleta de “porsiacasos”. Parece mentira
que aún no hayas aprendido a ir con lo imprescindible.
MIÉRCOLES 16
Largo viaje.
Murcia-Alicante-Madrid-Caracas-Valencia.
Más de veinte horas de viaje en total. Extrañamente, el vuelo es productivo y,
aparte de escribir algunas cosas, te da tiempo a leer tres libros enteros. El inquilino, de Javier Cercas, 14, de Jean Echenoz, y El discurso sobre la caída de Roma, de
Jérôme Ferrari. Tres grandes libros. Tomas notas. Escribirás sobre ellos en el
futuro.
Te recibe un
atasco monumental –enseguida te darás cuenta de que se trata de una de las
características de cualquier desplazamiento en las ciudades venezolanas–, y el
viaje de Caracas a Valencia acaba durando más de cinco horas. Cinco horas que
se pasan en nada conversando con algunos escritores que habías leído pero que
no conocías en persona. Al llegar al hotel te encuentras con S., autor de una
de las mejores novelas que has leído este año. También está S. y O., heroicos
editores españoles, y otros escritores venezolanos que te tratan con una
grandísima generosidad. Entre ellos está D., con el que empatizas rápidamente.
Te das cuenta enseguida de que estás ante un sabio, uno de esos que ya no
quedan. Alguien que ha leído todo y que sabe de todo. Un descubrimiento
absoluto. Nada más que por conocerlo ha merecido la pena el viaje.
JUEVES 17
La próxima vez.
Jet-lag.
Cansancio absoluto. Apenas puedes con tu alma. Pero te repones para asistir a
la mesa redonda sobre el microrrelato en la Feria del Libro. Hablas sobre cómo
empezaste a escribir y lees algunos de tus cuentos. Todo va bien. La
experiencia venezolana está siendo maravillosa. Inolvidable. A todos los
niveles. Es necesario contarlo todo con detenimiento. Y ahora no tienes tiempo
ni espacio. Así que prometes hacerlo la semana próxima, en la siguiente entrada
de este Presente continuo. A veces es
necesario esperar.
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