VIERNES 13
Juzgar. Coetzee
No
eres supersticioso. Hasta que se demuestre lo contrario. Esta mañana acabas el último examen de septiembre y lo
corriges rápidamente
para quitártelo de
encima cuanto antes. Es, sin duda, de las cosas que menos te gustan de la
universidad, tener que evaluar. Preferirías que
otro pusiera las notas mientras tú te
dedicas sólo a
enseñar. Pero
eso sería
demasiado bonito para ser verdad. Una utopía. Así que haces lo que puedes e intentas
ser lo más justo
posible. No soportas juzgar.
Por la tarde, te recluyes y acabas
por fin La infancia de Jesús, la última novela de Coetzee. Libro extraño. Pero necesario. O al menos eso
piensas. Hay páginas
que son verdaderas lecciones de filosofía. No
está
teniendo las mejores críticas.
Todo lo contrario. Pero a ti te convence. De Coetzee leerías con gusto incluso su lista de la
compra. Hay escritores que están
llamados a marcar una época en
la historia de la literatura. Y este es uno de ellos.
SÁBADO 14
Maratón de cine
En
memoria de los viejos tiempos, te reúnes con
unos amigos a realizar un maratón de
cine en casa de A. Es algo que empezó hace más de quince años. Recuerdas momentos gloriosos de
esos maratones de cine y comida cada primer sábado de
agosto en casa de P. Qué
felicidad. Ahora las cosas han cambiado y hace algunos años que no lo hacéis. Por eso decidís hoy juntaros, los que seáis, para volver a instituir la
costumbre. Sois cuatro. Pocos. Pero suficientes. Y comenzáis duro, con A Serbian Film, película
terrible a partir de la cual ya vais entrando en materia. Después de esa, caen siete más. Culmináis a las tres y pico de la madrugada
con La brujería a través de los tiempos, una
película
muda de 1922. Toda una heroicidad. Después,
vuelves con R. a casa en la moto y sientes que la retina está a punto del colapso. Curiosamente,
no tienes pesadillas después de
tanto cine.
DOMINGO 15
El Murcia. Stendhal
cotidiano
La
tarde, en Nueva Condomina. El Real Murcia vuelve a ganar. No te lo crees. En la
grada lateral cae un sol demasiado intenso para ser septiembre. Vuelves sudado
como si hubieras jugado el partido. Un delantero en el que no creías se reivindica. Este año las cosas parecen diferentes. Hay
que ser prudentes, es cierto. Pero también
disfrutar mientras se pueda.
Por
la noche, después de
cenar, te entra el síndrome
Stendhal en tu despacho. Te pones música clásica, te haces un té y abres el último libro de Ricardo Piglia. No es
por el libro –aunque
el libro es maravilloso–, sino
por la situación. En
ese momento, reconoces la felicidad. Todo tu cuerpo se eriza y creerías que estás levitando. Te gustaría frenar el tiempo y que el mundo se
detuviera en ese instante. Sabes que no es posible, y rápidamente todo vuelve la normalidad.
Sin embargo, estos momentos de extraña y
paradójica
felicidad cotidiana quedan en la memoria y te acompañan. Están ahí latentes para que los vuelvas a
saborear cuando las cosas se vuelvan más
complicadas.
LUNES 16
Lo opción difícil
Te
levantas temprano, desconectas la wifi –porque
de lo contrario no hay manera de evitar Internet– y te
pones en serio con la novela. Vuelves a borrar lo que habías escrito y retomas la versión anterior que habías abandonado. Para contar la
historia que tienes en la cabeza tienes dos opciones, una fácil y otra difícil. La fácil es escribirla en primera persona,
seguir el estilo de tu anterior novela. Seguir el camino que más o menos habías trazado, de modo lineal. La
historia en sí es
potente y crees que se puede defender por sí sola.
La otra opción es
menos fácil.
Punto de vista distinto, objetivo. Una manera de escribir diferente. Más compleja. Periodo corto. Quizá más difícil de leer. Desde luego, más difícil de
escribir. Comenzaste por la versión difícil. Luego lo dejaste y seguiste por
la fácil.
Pero ahora resulta que la fácil
también era
difícil –no hay camino fácil en esto de la escritura–. Así que
decides volver a lo supuestamente más difícil. Al menos eso supone una renovación respecto a lo que ya has hecho. Vas
a probar. No sabes si podrás
continuarlo. Pero quieres demostrarte que también eres
capaz de escribir de otro modo, con más
conciencia de estilo. De Intento de
escapada se ha criticado un poco que el lenguaje es demasiado transparente.
Allí
quisiste que la historia dominara sobre el contenido. En este caso, al menos
ahora, pretendes hacer lo contrario, que sea la forma, la manera de contar, la
que domine la situación y
configure la historia.
Ves con
R. el último
capítulo de Breaking Bad y te quedas a cuadros con
lo que ocurre. La serie ha ido creciendo poco a poco y esta última temporada ya no puede ser
mejor. Qué manera
de narrar y hacer crecer a los personajes. Eso sí que es
envidiable. Lecciones de narrativa aplicada. Quedan sólo dos capítulos. Esperas que sepan culminarla.
Si lo hacen, será un
hito. Estás
seguro.
MARTES
17
Volar
De vez en cuando sueñas que vuelas. Es una sensación maravillosa, vencer a la fuerza de
la gravedad y desplazarse como un pájaro por
el cielo. Pero lo característico de
este sueño para
ti es que cuando te elevas nadie se da cuenta. A todos les pasa desapercibido,
aunque lo hagas delante de sus narices. Es lo que suele ocurrir. Salvo hoy, que
sucede al revés.
Vuelas por encima de todos y en un determinado momento miran hacia arriba, como
si se dieran cuenta de lo que haces. Entonces a ti ya no te hace gracia y
quieres escapar y mantener el anonimato. Pero en ese momento algo sale mal y
las cuerdas –porque
por alguna razón hay
cuerdas allí, como
si fueras Spiderman– se
enredan en una antena de televisión. Te
despiertas justo en el momento en el que estás en una
azotea a punto de ser descubierto.
MIÉRCOLES 18
Tus
limitaciones
Hoy, sesión de control en el nutricionista. Has
comenzado de nuevo la dieta. Es una agonía. El
cuerpo. El maldito cuerpo que sientes siempre como un lastre y te gustaría poder evitar. Pero al menos has
perdido algo. Dos kilos en una semana. La privación ha
tenido sentido. Y te alegra el día. La báscula tiene demasiado control sobre
tu estado ánimo. Es
una tontería. Lo
sabes. No puedes explicarlo. Pero es así. Cosas
irracionales. Y esos dos kilos menos acaban poniéndote de
buen humor. Aunque hayas dejado de comer chocolate y el alcohol se haya
convertido en algo maldito.
Terminas
El camino de Ida, la novela de
Ricardo Piglia, y vuelves a sentir que estás ante
un gran escritor. Hay momentos en los que parece Paul Auster, pero con un mayor
énfasis en la teoría literaria. Te habría encantado escribir un libro así. Es bueno encontrar modelos a
seguir. Sientes que son los otros los que marcan el camino. Prefieres ir detrás. Sabes cuáles son tus limitaciones.
JUEVES
19
Recordar
Hoy
hace un año que
murió el
padre de R. Aquel día
estabas en un congreso en Medellín y no
pudiste llegar a tiempo al entierro. Los meses ha pasado volando y todavía no te lo crees demasiado. En este
tiempo has tenido la oportunidad de comprobar que R. es fuerte, mucho más de lo que habrías imaginado. Cuando murió tu padre, sufriste bastante, así que sabes que es un trago duro. Pero
ella lo ha asumido con una entereza que envidias. Piensas que tú fuiste mucho más débil y te
derrumbaste enseguida. Quizá fuera
por las noches en vela, la enfermedad, los hospitales, la UCI… el sufrimiento constante que acaba
destrozando a cualquiera. Quizá R. lo
ha asumido con tanta entereza porque su padre cayó
fulminado y no tuvo que sufrir innecesariamente. O quizá en el fondo sea que R. es más fuerte que tú; no le des más vueltas. Además, cada cual experimenta el duelo de
un modo diferente.
Por
la noche, después de la
misa de aniversario, R. te enseña una
foto antigua de su padre. “Parece
un actor de Hollywood”, dice
con una sonrisa. Te das cuenta en ese momento de que su padre sigue viviendo en
ella, en su pasión por el
cine, en cada gesto, en cada frase, en todo lo que ella es. Porque si algo
tienes claro es que nadie desaparece para siempre, que el pasado reverbera en
el presente y que todo está
sucediendo aquí y
ahora, en este preciso momento. Lo difícil es
darse cuenta de ello.
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