30 Agosto - 6 Septiembre

VIERNES 30
Helsinki
Es de noche. Llueve. Estás en una pequeña habitación de un hotel de Helsinki. No hace frío. Te han invitado a un congreso en la Universidad de Turku y vas a pasar dos noches en la capital de Finlandia. Tienes un día para ver la ciudad e intuyes que no te va a dar tiempo de nada. Siempre ocurre lo mismo cuando vas a algún lugar a dar conferencias. Nunca hay tiempo de ver nada. Turismo de congresos. Piensas en los libros de David Lodge y en esas ciudades que acaban siendo poco más que un aeropuerto, un restaurante, un hotel y una sala de conferencias. Con suerte, un bar. 

SÁBADO 31
Mieke y Elija-Liisa. 
Por la mañana te citas con Mieke Bal en el Hotel Presidenti. Trabajáis en una compilación de textos que va a publicar el próximo año Akal. Mieke —diminutivo holandés de María— es una de las personas más lúcidas que has tenido la oportunidad de conocer. Su obra ha influido mucho en tu visión del arte y en tu manera de escribir crítica. Pero lo que más admiras de ella es su energía y generosidad. Con casi setenta años sigue trabajando sin cesar. Tener su amistad y confianza es algo que te hace muy feliz. 
Es precisamente Mieke quien te dice que no puedes perderte la exposición de Eija-Liisa Ahtila en el Kiasma Museum, que está al lado del hotel. Y es así como acabas pasando más de cuatro horas ante la obra de esta vídeo artista finlandesa por la que también acabas fascinado. Algún día te gustaría escribir sobre ella. Llenas varias páginas de notas mientras contemplas sus vídeos y te seduce su reflexión sobre el modo en que la historia cultural se entrecruza con lo personal. Todo es extraño. Varias pantallas entre las que se mueven los personajes. Acabas con dolor de cuello. Pero satisfecho. A veces el arte te deja indiferente. Otras, te hace pensar y no te lo quitas de la cabeza. Como ocurre más tarde, tras la exposición, cuando te das una vuelta por Helsinki con las obras de Ahtila aún en la retina. Apenas ves nada, por supuesto. Pero te queda claro que debes volver a esa ciudad. Percibes algo que te gusta. Los espacios públicos están llenos de gente. Hay que aprovechar la buena temperatura antes de que el invierno pinte las calles de blanco. A las seis, sin embargo, ya está todo cerrado. 

DOMINGO 1
Memoria y trauma. 
Viajas a Turku. Dos horas. En el tren coincides con Mieke y con Max Silverman, un profesor de la universidad de Leeds experto en la memoria cultural del Holocausto. Rápidamente te das cuenta de que es alguien cuya obra tienes que seguir. Comprarás su nuevo libro en cuanto tengas un momento. “Palimpsestic Memory.” Describe cómo cada trauma está penetrado por la memoria de un trauma anterior. Habla de Freud y de Derrida, de Godard y de Haneke. Te convence.
Memoria y trauma. De eso va el congreso al que te han invitado. Por la tarde, en Turku, conoces al resto de los invitados. Un grupo internacional en el que todo el mundo habla un inglés perfecto y refinado. Todo el mundo menos tú y dos o tres finlandeses a los que también parece costarles trabajo expresarse en otro idioma que no sea el suyo. Un problema, el inglés. Al menos para ti. Cada vez que te encuentras en estas situaciones tienes la misma sensación. Te pierdes en el lenguaje. El idioma es una barrera y cambias por completo de personalidad. Te vuelves aún más tímido y apenas hablas, como si de ese modo pudieras hacer creer al resto que escondes alguna sabiduría mientras asientes a  todo lo que dicen poniendo cara de interesante.

MARTES 4
El inglés. Bale. 
Te toca intervenir y la noche anterior no puedes dormir. El inglés, por supuesto. Te obsesiona. Has dado ya varias conferencias en ese idioma, pero siempre ocurre lo mismo. Te paraliza. Sin embargo, como por arte de magia, al final todo sale bien y consigues hacerte entender. En este caso hablas de la memoria de la Guerra Civil en el arte español y de tu libro sobre Benjamin. A veces las ideas y las imágenes son más potentes que las barreras del lenguaje. Y todo fluye.
Mientras allí se discute sobre la guerra, la memoria y el trauma, te llega la noticia de que el Madrid ha fichado a Bale y que ha pagado cerca de cien millones por él. Así, con distancia, la cosa suena aún peor de lo que ya sonaba en España. Por mucho que seas del Madrid. Es un disparate, piensas. Aunque no mucho más disparate que el resto. Es el mismo disparate que cincuenta millones, que veinticinco, que diez o que un millón de euros. No tiene demasiado sentido. Pero tampoco lo tiene lo que se paga por un cuadro, o a un actor de cine, o a un cantante célebre. Es la misma lógica. El espectáculo. Siempre a años luz de la vida real. Aunque el dinero sí que sea real. Demasiado real.

MIÉRCOLES 5
La normalidad era esto.
Vuelves a España. Helsinki-Alicante. En el avión, igual que a la ida, hay wifi. Te pasas el vuelo tuiteando cosas sin sentido para dar uso a eso que, en ese instante, te resulta tan novedoso. Tuiteas compulsivamente, como si tuvieras la necesidad de dejar claro que sigues vivo, haciendo algo a pesar de que estás en el avión. Una afirmación constante de la presencia en ese momento extraño en el que uno está en el aire y parece que ha desaparecido del mundo.
Llegas directo a la universidad de Murcia. Tu mujer te recoge en el aeropuerto y te acerca rápidamente porque tienes un examen de septiembre. Se presentan tres. Aprueban todos. Eres demasiado benévolo. Lo sabes. Regresas a casa. Descansas. Vuelve la normalidad. Respondes las decenas de e-mails que tienes atrasados y te das cuenta de que ya no hay vuelta atrás. Se han acabado las vacaciones. 

JUEVES 6
Regresar al presente.
El jueves entras en Expolibro y compras la última novela de Coetzee. Lees las primeras páginas y ya te quedas prendado. Paseas unos momentos por la calle Correos. Te fascina la belleza de las mujeres murcianas. Estás bien aquí. No hay mejor sitio al que regresar. 
A medio día recibes la llamada. Aceptas la invitación y comienzas a escribir este diario de modo retrospectivo. Será la última vez que escribas así. A partir de ahora el tiempo corre hacia delante, en presente continuo. 



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