VIERNES 7
Yo es otro.
Acabas de
corregir la traducción al inglés de un texto sobre el artista chino Xu Bing para
un libro que se publicará en Pekín el próximo año. Después de enviarlo por
e-mail, te enteras de que se va a publicar sólo en mandarín y que la traducción
la van a hacer desde la versión en inglés que les envías –que ya ha perdido
mucho del sentido del texto original–. Piensas que cuando salga esa versión en
chino te gustaría volver a traducirla al español y ver lo que queda del sentido
original. Recuerdas entonces una conversación con Mario Bellatin. Según te
contó, le encantaría trabajar sus textos como si fueran de otro, y la única
manera que tenía de hacerlo era encontrarse con ellos después de una
traducción. Sería como verse a través de los ojos de otro, como una especie de
espejo que te devuelve una imagen que ya no te pertenece. Una sensación
siniestra, sin duda. / Por la noche te acercas con R. al Lemon Pop. La música
tiene su gracia, aunque lo que más te gusta del festival es que sirve de
reencuentro con muchos de los amigos que no ves desde el verano. Parece por momentos
una comunión. Todos os conocéis. Está bien. Pero los saludos y los abrazos se
suceden demasiado deprisa y apenas tienes tiempo de hablar con nadie más de dos
minutos seguidos. Acabas agotado.
SÁBADO 7
Twitter. Madrid. Noches largas.
Después de la
siesta te enganchas a la presentación de las candidaturas para los Juegos
Olímpicos. No paras de tuitear tonterías durante la intervención española. Estos
eventos han cambiado por completo desde que están las redes sociales. Te
sorprende el humor y la ironía de muchos tuiteros. Las redes tienen su peligro,
por supuesto. Pero también sacan a la luz la creatividad y el ingenio. Echas un
buen rato haciendo bromas sobre lo que supondrían los juegos de Madrid. Bromeas
sobre el nivel de inglés de la delegación española. Esas cosas. Compartes con
muchos la imagen de seriedad del príncipe Felipe. Te parece el más digno de cuantos
comparecen allí. No eres monárquico –todo lo contrario–, pero está claro que Felipe
se reivindica allí como Rey. Es su momento de gloria. Ya que no parece haber
manera de evitar la monarquía, por lo menos que quien lleve la corona sea alguien
que no nos avergüence demasiado. Más tarde, mientras disfrutas del concierto de
“El columpio asesino” en el B-Side, te enteras de que Madrid ha caído en la
primera ronda. / La noche es larga y, después de B-Side, te das una pequeña
vuelta por Murcia con J., L. y N. Procesión de sitio en sitio intentando
encontrar el bar idóneo. Lo encuentras. Pero estás muy cansado. A las cuatro
llegas a casa y todavía está abierto el bar de enfrente. A las cinco tiran un
petardo y se ponen a bailar en plena calle. R. te dice que les tires un cubo de
agua y tú estás por hacerle caso. La falta de educación es algo que no puedes
tolerar. Al final decides cerrar la ventana y poner el ventilador.
DOMINGO 8
El Murcia. Imágenes terribles.
Te levantas
tarde. Desayunas “a relaxing cup of café con leche” –ya está el chiste en
marcha– mientras ves ganar al Murcia contra el Deportivo. Este año el equipo
trabaja y al menos se ven ganas. L. dice que lo mismo quedamos décimos. Después
del año pasado, te conformas con que la cosa no acabe mal. / El telediario
muestra imágenes de niños agonizantes después de un supuesto ataque químico.
Obama pretende convencer al congreso con ellas de la necesidad de atacar Siria.
Las imágenes atraviesan tu retina y te dejan tocado durante unos momentos.
Después, sin solución de continuidad, aparecen las fiestas de los pueblos. Varias
veces has escrito y has pensado sobre esa poca capacidad que tienen las
imágenes para transmitir lo real. Y piensas ahora que no son las imágenes. Es
más bien el marco de recepción. Es el lugar que ocupa la imagen en la secuencia
de imágenes lo que la desactiva. Los niños agonizantes aparecen entre Madrid 2020
y la noticia de que beber vino previene la depresión. No hay imagen que aguante
ese contexto.
LUNES 9
Invasión.
Vuelves a soñar
que los extraterrestres invaden la tierra. No tiene sentido, lo sabes. Pero aun
así no puedes evitar levantarte sobresaltado. Es un sueño recurrente. No hay
semana que no lo tengas una o dos veces. Sin duda, debe de tener algún
significado. Siempre ocurre lo mismo. La invasión comienza en la huerta. Estás
en la casa de tus padres y, a lo lejos, se acerca una nave espacial. Son como las
de la serie V, las naves. Se sitúan
sobre las ciudades y tú empiezas a correr angustiado para formar la resistencia.
El resto parece ver la invasión como algo normal. Pero tú sabes que lo peor
está a punto de suceder. A veces te despiertas antes de que comiencen a
perseguirte. Otras, consigues derribar alguna nave y la sensación es buena.
Pero la mayoría de las veces sabes que la raza humana va a ser derrotada.
Entonces abres los ojos desesperanzado. Y la congoja en ocasiones te dura todo
el día.
MARTES 10
No-lugar. La habitación oscura.
Por la mañana
vas al gimnasio. Todas las semanas haces buenos propósitos, pero aún no has
logrado ir tres días seguidos. Quieres comenzar lunes, pero, mira, es martes y
te cuesta horrores arrancar. Y siempre ocurre lo mismo, cuando vuelves te
sientes bien. Te cuesta ir porque sientes que estás perdiendo el tiempo. El
tiempo de estar sobre la cinta lo podrías dedicar a escribir o a leer. Pero
luego tu cuerpo te lo agradece. Y luego está el ambiente. Allí eres una especie
de autista. Llegas, te pones tus cascos con música tecno y apenas miras a tu
alrededor. Hablaba Marc Augé de los “no-lugares” como espacios sin identidad
característicos de la modernidad. Tu experiencia del gimnasio se parece mucho a
eso, a estar en un lugar que jamás podrías habitar. / Por la tarde acabas de
leer La habitación oscura, la última
novela de Isaac Rosa. Llegó ayer por correo y la empezaste por la noche.
Soltaste el libro de Coetzee y te enzarzaste con ella hasta bien avanzada la madrugada.
Hoy no puedes dejarla hasta que la terminas. Es un gran libro. Y Rosa, un gran
escritor. Uno de los mejores y más serios. Lees el libro subrayando y tomando
notas, como haces siempre cuando intuyes que estás ante una buena novela. En
cuanto la acabas, le das cinco estrellas en Goodreads y esbozas lo que será tu
reseña. Lo tienes claro: vas a escribir sobre este libro. Lo has sabido desde
la primera frase.
MIÉRCOLES 11
Bandera.
En los medios la
Diada copa todas las noticias. Si es la decisión del pueblo, no tienes ningún
problema en que Cataluña sea independiente. Lo que no entiendes es esa
sensación de orgullo por pertenecer a algún lugar. Nunca lo has sentido. Ni
tampoco has sentido jamás nada por una bandera. Piensas que una bandera al final es siempre una
frontera. Un espacio de exclusión más que de libertad. Es lo que separa a los
unos y a los otros. Las franjas de las banderas siempre te han recordado
demasiado a los barrotes de una cárcel. Y no te gusta vivir encerrado en
ninguna prisión simbólica.
JUEVES 12
Buscar la voz.
Comienzas una
vez más tu nueva novela. Has llenado páginas y páginas con esbozos y
desarrollos de la historia. Incluso has llegado a escribir varios capítulos.
Pero el tono nunca te ha convencido del todo. Por eso lo has borrado todo para
comenzar de nuevo. A veces es mejor cortar por lo sano que seguir por un camino
que no te va a llevar a ninguna parte. Tienes la historia. Conoces el comienzo
y el final. Incluso has escrito la última frase. Pero te falta el tono y la
voz. Y eso es tan importante como la historia. O incluso más. Mucho más, de
hecho. Eso es lo que al final configura un libro. Y a eso es a lo que te vas a
dedicar ahora, a buscar la voz, a intentar encontrar el modo de contar lo que
quieres contar. Sientes que está cerca. En cuanto llegue lo sabrás. Es una
sensación extraordinaria. Muy parecida al orgasmo. Una explosión en la que todo
cobra sentido. Está casi aquí. La tienes en la punta de los dedos. Quizá
mañana.
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